El hipervínculo narrativo es una nueva forma de escritura ya que los panoramas que no brinda la tecnología son muchas, como lo son las diferentes necesidades e ideas de las personas para la obtención de nuevas y mejores canales de expresión.
Está nueva forma de narrar conformada por una escritura con imágenes, diferentes formas de lectura son unas de las tantas ventajas que nos brinda por medio de la red.
Está claro que un hipertexto no tiene necesariamente un final en el sentido clásico. Por una parte, el lector puede terminar su navegación donde sea y en el momento que desee, en la misma obra o en otra, si está conectado a una red, donde sea que le hayan conducido los nexos que haya elegido. Más complejo es el problema del principio. Si estaba navegando por una red, por lo tanto, cualquier bloque que haya sido fijado como meta de un nexo podrá ser, para él, el principio.
Sin embargo, forzosamente tuvo que existir un principio: alguna lexia fue la primera redactada. Pero ésta puede haber sido modificada o incluso haber sido borrada. Lo más probable es que la idea inicial ya no sea el inicio formal del hipertexto.
Pero el hipertexto aún hereda del texto tradicional la idea de un punto de partida, especialmente porque sigue constituyendo una «obra», un «producto» que se ofrece al lector con cierta intención. ¿Qué autor no desearía que su obra sea el punto de partida de la navegación de muchos lectores? Tendría así –como alternativa al acceso a otras obras o motores de búsqueda de la red– un sistema de acceso propio, constituido por una portada. A diferencia de lo que ocurre con los libros, esta portada no constituye una mera identificación sino un sistema de acceso. De ahí en adelante, el orden de lectura, como lo hemos señalado, escapa casi por completo a los designios del autor.
En síntesis, parece ser inevitable que haya algún tipo de comienzo, aunque éste puede reducirse a un título acompañado de un menú de múltiples comienzos posibles.
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